SURFCAMP EN CANTABRIA.
Y tras una larga espera… ¡por fin llegó el primer viaje del año de Roller Madrid! El frío del invierno y las lluvias de la primavera hicieron que la primera salida de la capital se haya hecho de rogar. Pero esta vez, la espera ha merecido la pena… El destino y el plan, inmejorables: Loredo, un pequeño pueblo surfista en la costa cántabra nos esperaba con las tablas preparadas y las olas a punto.
Así pues, el viernes 23 de junio, coincidiendo con la víspera de San Juan, un nutrido grupo de rollers compuesto por alumnos, profesores y acompañantes, cambiaron las ruedas por la tabla de surf y el asfixiante asfalto de Madrid por las no siempre tan plácidas olas.
Algo más de cuatro horas de viaje después, ya sí empezaba la aventura del fin de semana. La organización del curso de surf nos proporcionó alojamiento en la Casa del SurfCamp o en un hotel cercano, así que, a medida que los coches iban llegando al ansiado destino, sus ocupantes se fueron distribuyendo, según el plan previsto, en las habitaciones. Y poco a poco fuimos colonizando el pueblo en grupos que se iban juntando para tomar algo y cenar.
Noche de San Juan, playa, temperaturas más que agradables…el marco perfecto para, después de cenar, realizar una excursión a la playa en busca de hogueras. Eran sólo dos días y había que exprimirlos al máximo. Los más valientes, incluso acabaron dándose un chapuzón en el agua a la luz de la luna. La noche no se alargó hasta muy tarde, conscientes del madrugón del día siguiente para recibir la primera clase de surf.
Debido a la cantidad de personas que conformábamos el grupo, tuvimos que ser divididos en dos subgrupos para realizar la actividad de surf. A los que más les tocó madrugar, a las 9:00 ya estaban calzándose el neopreno y bajando a la playa a recibir la tabla que esa mañana sería su mejor aliada para deslizarse sobre las olas, que ese día se portaron bien para que pudiéramos practicar.
Hubo de todo, desde caídas acrobáticas a equilibrios imposibles de aquellos que fueron capaces de alcanzar la orilla, vitoreados como héroes (y sí, se notaba claramente quiénes habían hecho ya sus pinitos sobre la tabla y quiénes eran totalmente novatos). Aquí ya no existía diferencia entre los profes y los alumnos, todos acabamos realizando piruetas imposibles por mantener el equilibrio, dando mil volteretas en el agua y rebozados de arena por igual. Los monitores, pacientes con todos nosotros no se cansaron de darnos consejos y ayudarnos, pero lo mejor, como siempre, el buen ambiente, las ganas de pasarlo bien, y disfrutar como niños pequeños… Yo aún creo que la cantidad de agua que nos bebimos fue el resultado de ser incapaces de no estar todo el rato riéndonos.
Tras una comida reponedora, y un ligero descanso, el espíritu roller que llevamos dentro salió a la superficie y, como no podía ser de otra forma, pasamos la tarde sobre patines. Siempre es un placer salir del entorno al que estás acostumbrado y hacer rutas por lugares nuevos, pero desde luego, para los que patinamos en Madrid, es un regalo a la vista y al cuerpo poder patinar entre maizales y disfrutar de un carril bici prácticamente en el campo.
Para muchos, esa ruta fue la primera excursión fuera de las puertas del Retiro, para otros, la enésima ruta en un emplazamiento distinto, pero todos estuvimos de acuerdo en que fue una pasada. Ruta fácil, que pudieron realizar todos aquellos que se colocaron las ruedas, siempre con la atenta vigilancia de los profesores de la escuela para que el paseo resultara seguro, con repostaje en un pueblo cercano, y una vuelta más bien rápida que culminó con la llegada a Loredo, donde la barbacoa nos estaba esperando.
Personalmente, es un orgullo poder ver a los alumnos que llevan poco patinando poder disfrutar de una ruta así, haciendo frente a los nervios, miedos, inseguridades, pero, sobre todo al cansancio de toda la mañana para no perderse un segundo de diversión. ¡Enhorabuena campeones porque ya no hay excusas!
El domingo, el mar decidió que ya estábamos preparados para hacer surf de verdad, y puso en marcha la fábrica de olas. ¡Eso no se parecía en nada a lo que habíamos vivido el día anterior! Ese día sí, las olas no daban tregua y, como estuvieras cerca de la orilla, tenías que atravesar cortinas de espuma que arrasaban con todo lo que encontraban a su paso, monitores incluidos. Llegar a zona tranquila era toda una proeza, pero los esfuerzos no fueron en balde. La satisfacción de conseguir ponerte de pie en una ola de verdad no tiene precio. Este segundo día los monitores nos dejaron más libertad para intentar coger las olas nosotros solos y experimentar la sensación de encontrarse en la cresta, de perder la ola por no calcular bien, o, literalmente, verse engullido por la espuma.
Después de la clase de surf del domingo por la mañana, ya comenzaron las despedidas, todos nos preparábamos para la vuelta a Madrid y dar por finalizado un viaje que nos dejó con ganas de más, de mucho más.
Es muy complicado poder plasmar en unas cuantas líneas las emociones y vivencias de todo un fin de semana. Es complicado poder explicar todo lo que te llevas de la gente con la que has compartido casi 48 horas consecutivas. Estos viajes te permiten pasar más tiempo con la gente que ya conoces, a la vez que es una oportunidad de poder estar con aquellos que menos ves, o conocer a gente nueva, porque sí, lo bueno de reunirse una buena representación de toda la escuela, es que siempre hay gente nueva por conocer.
Pero también es muy gratificante poder salir del papel de profesor por unas horas, y, aunque nunca se deja de aprender, el hecho de ponerte una camiseta de alumno, de repente, después de tantos años dando clase, te hace ser consciente de que eres tú el que no tienes ni idea y el que tiene que empezar de cero, como los demás.
Hay que agradecer a la organización del viaje que todo haya salido tan bien, y hayamos podido disfrutar tanto. No es fácil preparar la logística para unas 40 personas sin que haya ningún incidente, así que ¡Enhorabuena! ¡Y a por el siguiente viaje!
Go Rollers!!!