Hace un par de meses dos profesores de la escuela fuimos a un campus de tecnificación de Freestyle en Canfranc. En esta entrada vamos a comentar un poco por encima en qué consistió.
La mayoría de la gente que se apunta a clases de patinaje lo hace para aprender lo básico, es decir, aprender a moverse del punto A al B, a girar y sobre todo, aprender a frenar con seguridad. No obstante, hay gente que quiere profundizar más en el patinaje, y se introduce en alguna especialidad como la velocidad, el hockey, el artístico o el freestyle.
En concreto, la especialidad en la que centramos nuestra atención en esta entrada es esta última, el freestyle. Se trata de una modalidad que abarca varias submodalidades como son:
Classic.
Jam.
Battle
Speed slalom.
Derrapes.
Saltos.
Por supuesto, hay competiciones de todo esto, tanto nacional como internacionalmente, en las cuales el nivel es cada vez más alto y difícil de superar. La única forma de llegar a esos niveles de competitividad es enmarcar de alguna manera la manera de preparar y entrenar a los patinadores.
Con esa idea en mente, David Peñaranda, que ya tiene una amplia experiencia con el Campus de tecnificación de hockey línea, decidió crear un Campus de tecnificación orientado al freestyle. Y así, en agosto, se hizo esta primera edición en Canfranc con una duración de una semana. El campus contó con profesores y ayudantes con mucha experiencia compitiendo o dando clases, como son:
Miriam Fatmi.
Aleix Juliá.
Maribel Villar.
Enrique Rubio.
Pau Bosch.
Adrián Ramos.
Pablo Soler.
Y por supuesto, no podemos olvidarnos de Marcin, el genial cocinero del campus.
El primer día del campus, nos hicieron una presentación y una prueba de nivel para organizar los grupos, básicamente había un grupo para los pequeños y dos grupos para los mayores. Las pruebas de nivel eran dos. Una de slalom, en la que nos daban unos segundos para mostrar un poco lo que sabíamos hacer entre los conos; y otra de derrapes, en las que nos daban 3-4 intentos para mostrar los mejores derrapes que éramos capaces de sacar.
La mayoría de los días del campus la rutina era parecida:
Por la mañana, tras un buen desayuno, teníamos que estar en el polideportivo antes de las 9:00 de la mañana, donde nos esperaban tres horas de clases, una de preparación física (o juegos físicos, dependiendo del día), una de técnica de slalom y otra de footwork. Después de esas tres primeras horas, teníamos una hora de piscina, pero muchos optábamos por quedarnos en el polideportivo un rato más, para poder practicar lo aprendido en las clases -o simplemente para evitar el frío de la piscina, porque bueno, estamos al lado de Los Pirineos, e incluso en agosto hacía bastante fresquete.-
Después de la comida y la opcional siesta, sobre las 17:00, volvíamos de nuevo al polideportivo para retomar las clases. Las clases de la tarde solían consistir en un taller, una hora de coreografía, una hora de derrapes y otra de speed slalom. En el taller se explicaban temas interesantes como la preparación necesaria de cara a una competición, comentarios de vídeos de competiciones desde el punto de vista de un juez, etc.
Entre las horas de clases y los ratos que nos quedábamos voluntariamente en la pista para patinar un poco más, al final llegábamos a hacer hasta 8h en un día. Esto me pasó algo de factura en los dos últimos días, ya que empecé a ver que ya las cosas no salían igual de bien por puro cansancio muscular.
¡Pero no todo fue patinaje! También hubo tiempo para otras cosas. Un día hicimos una ruta por el valle de Canfranc, el cual es muy bonito y verde. Otra noche fuimos a ver una representación sobre la historia de la famosa estación de Canfranc, y también hicimos un juego de terror, sobre todo para los más pequeños. No me quiero olvidar tampoco de los eventos de lectura de cartas anónimas que se depositaban anónimamente en un buzón para su lectura al final de cada día después de la cena. Algunos también nos juntábamos en nuestra habitación para jugar un rato a las cartas antes de dormir y echarnos unas risas.
El último día, para acabar bien el campus, hicimos una pequeña exhibición para demostrar un poco por encima lo que habíamos aprendido. Se hicieron unas rondas de derrapes, de speed slalom y de classic.
Personalmente considero muy positiva la experiencia. Aunque no tenga en mente competir, es genial haber compartido espacio con patinadores que sí que han competido profesionalmente y poder aprender trucos de ellos para poder sacar ciertas figuras con las que me estaba costando progresar. Esto en concreto, es una de las cosas que más me gusta del patinaje, poder viajar con los patines a donde sea, conocer a gente que comparte tu misma afición y el buen rollo hay entre patinadores; allá donde vayas, siempre hay alguien dispuesto a enseñarte algo nuevo con una sonrisa en la boca.
Ya solo me queda… ¡esperar al año que viene!